Queridas familias:

“Vengan a Mí”, “Carguen mi yugo”, “Aprendan de Mí”, es la invitación del Señor a un pueblo que sobre sus espaldas llevaba pesadas cargas, el peso de una ley sin corazón, las imposiciones de los poderosos, el sometimiento de un gran imperio, las desigualdades sociales, la exclusión, el desamparo, la corrupción.

Creemos firmemente que la palabra de Dios es viva y eficaz y que hoy este mensaje del Señor Jesús se actualiza en este tiempo, estamos transitando un momento novedoso, cargado de incertidumbre e indefiniciones, donde la fe en el Dios que nos ama y la esperanza en su misericordia nos animan y sostienen.

“Vengan a Mí” es el llamado repleto de amor de quien nos ama, de quien en su corazón nos guarda, de quien no exige nada y que gratuitamente nos ofrece un lugar junto a Él, de quien espera abrazar, bendecir y sanar. “Venga a Mi” no es una exhortación, sino que es la cariñosa llamada del hombre que sabe de dolor y del Dios que sabe de amor.

“Carguen mi yugo” es llamativa la propuesta del Señor, nos propone cargar un yugo, esa rudimentaria herramienta que se colocaba en el lomo de los bueyes para arar la tierra, el yugo hace referencia al esfuerzo y a lo arduo del trabajo, también a los esclavos se los sometía a cargar el yugo. Pero el Señor sabe bien que su yugo es ligero y liviana su carga, es un yugo que alivia, una carga que no pesa, el yugo de su misericordia que, en lugar de cansar, sostiene, renueva y vivifica la fe de quien lleva ese yugo.

“Aprendan de Mí” que soy manso y humilde de corazón… una proposición contra-cultural, un mensaje que desentona con los criterios y propuestas del mundo, Jesús Verbo Encarnado nos llama a que nuestro corazón se asemeje al suyo, que el amor y la bondad sean las directrices que guíen nuestras decisiones y acciones, elegir la mansedumbre a la desesperanza y la humildad a la rebeldía del sabiondo que piensa que todo lo puede solo.

“Vengan a Mí”, “Carguen mi yugo”, “Aprendan de Mí”, lejos de exigencias duras e inalcanzables, idealistas e imposibles, son poderosas palabras que, empapadas de compasión y misericordia, quieren llegar a nuestro corazón y hacer en él, morada.

María, la fiel cumplidora de la palabra, sea quien interceda por nosotros para que vayamos a su Hijo, carguemos su yugo y aprendamos de Él que es manso y humilde de corazón.

¡Alabado sea el Verbo Encarnado!

¡Para Siempre!